Que se puede ir haciendo por México. Aún falta mucho por hacer, pero por algo se empieza.

Los padres están preocupados por el consumo de alcohol y drogas, por las muestras de violencia, el acoso escolar (bullying), los horarios y los diversos excesos. Algunos padres aceptan que sus hijos están pidiendo límites a gritos, que los antros les están ganando la batalla y que, también, se debe formar a los padres.

Es obvio que no son los niños y los jóvenes los únicos responsables de su comportamiento; si los adultos a su alrededor no los corrigen desde pequeños y no los acompañan en su crecimiento, los chavos no adivinan qué se espera de ellos.

Un cambio de comportamiento es difícil de lograr y para conseguir que los hijos vuelvan "a tener valores y dejen de ser consumistas", los padres podrían, entre otras cosas:

Dejar de competir entre sí por el tamaño de la casa, los decoradores, los viajes, los autos de lujo, la ropa y los accesorios de diseñador.

Comprar a sus hijos la ropa que necesitan no sólo ropa y zapatos de marca. Explicarles que usarlos no los hace mejores que quienes no pueden pagarlos.

Darles carro sólo hasta su mayoría de edad y nunca darles uno de lujo. La vida de todos está en riesgo y cuantos chavitos vemos por las calles actuando sin responsabilidad en perjuicio de los demás ¿Quien les dio ese auto?.

Respetar a los maestros y en general a la autoridad, nunca decir a sus hijos que ustedes pagan a los maestros "pobres diablos" y que éstos no los deben regañar ni exigir y ¡menos! castigar o reprobar.

No fomentar la rivalidad con otros colegios o grupos. Nunca llevarlos a las áreas de los centros comerciales en donde se reunen para diferenciarse.

Dejar de repetir que quien vive en un área reconocida de gente más pudiente, es mejor que quien vive fuera de ésta. Relacionarlos con niños de otros colegios y de otras colonias.

No comprarles todo lo que pidan. Su consumismo los lleva a tener todo en exceso.

Si son menores de edad, estar al tanto de lo que ven y hacen en la computadora.

Buscar formas de convivir en familia: tener una sola tele en la casa para evitar que cada quien se aisle en su recámara, procurar que toda la familia se reúna a comer o a cenar, por lo menos, una vez a la semana, no permitir aparatos de jueguitos en la mesa, ni teléfonos celulares o cualquier otro aparato que sirva de distractor en la convivencia familiar.

Tratar al personal de servicio doméstico con respeto y a todo aquel que nos brinde un servicio: en gasolineras, restaurantes y demás sitios públicos como las personas que son, no como esclavos que deben hacer lo que se nos antoje.
Dejar de hacer ostentación de su riqueza en los bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y bodas; eso enseña los hijos a fijarse en el lujo y las apariencias, mientras pierden el significado de la celebración.

Enseñarles que al templo o iglesia se va a dar gracias, a reflexionar y tratar de entender y reconocer valores, no a lucirse ni a viborear.

Enseñarles que no todos los problemas se resuelven con dinero y palancas.

Si ya tienen edad, discutir con ellos, honestamente, su sexualidad (aunque les cueste trabajo).

Educarlos para que no sean jueces implacables. Juzgan con excesiva facilidad, como si sus puntos de vista o sus creencias fueran las únicas válidas, enseñarles que hay otras formas de vida, de ser, de creer y de actuar y que la suya es sólo una entre muchas, no la única.

Las señoras deben renunciar a uniformarse en cuanto a sus camionetas y a su atuendo.

No enseñar el autoritarismo. Para esto, hay algunos padres de familia que a base de imposiciones radicales quieren educar a sus hijos. Creen que sus ideas, forma de ser y de pensar son absolutas y perfectas, que la demás gente está mal en su forma de vida y que los demás cometen errores, menos ellos. No se dan cuenta que sus hijos son los que van a sufrir con ese tipo de educación y de ejemplos. No dar un ejemplo de radicalismo y absolutismo, nadie es perfecto.

Enseñar a nuestros hijos que una carrera universitaria, no los hace ser mejores personas, pueden tener una carrera terminada pero carecer del más mínimo valor elemental. Los hijos son el reflejo de los padres, y entre más les enseñemos a ser perfectos, menos felices serán.

Cuantos padres hay que porque ellos sufrieron en su niñez y adolescencia y tuvieron muchas carencias, enseñan a sus hijos a que la vida es tan miserable, que ellos tiene que sufrir lo mismo. Caen en el extremo de que la vida es tan difícil que los enseñan a ser “independientes” desde pequeñitos sin importar el daño emocional que se les pueda causar. Una cosa es ser independientes y otra autónomos.

La independencia es una y la autonomía es otra. Se les debe enseñar la autonomía conforme a su etapa y edad. A los hijos se les enseña a vivir las etapas de la mejor forma posible a base de amor, paciencia y comprensión.

Establecer límites sin caer en el autoritarismo. Esa frasecita de “porque lo digo Yo, y punto” cae en la impropiedad y en el radicalismo. Ya que las niñas y niños tienen derechos como personitas que son y su mundo es pequeño y complicado. Eso les resta autoestima y minimiza su calidad como ser humano.

Fomentar las reuniones en casas particulares en vez de antros y estar pendientes de cómo se comportan.

Estar al pendiente de quienes son las amistades de nuestros hijos en la escuela y en la colonia donde viven. De ser necesario formar una red social en la que los padres sepan nombres, direcciones, correos electrónicos, teléfonos y a su vez también datos personales y el perfil de amigos de los amigos, etc.

Esta es una forma de aprender a conocer bien a nuestros hijos como y con quien se relacionan. De tal suerte, que esta estrategia evitará que nuestros hijos sean presas fáciles de aquellas personas que sin escrúpulos quieran causar un daño moral, físico y emocional.

¿Queremos que nuestros hijos recuperen los valores? Fortalezcámoslos y enseñemos a base de reforzamientos para, llegado el momento, no teman polarizarse y asuman la responsabilidad de todos sus actos.

Hay algunos ejemplos maravillosos de padres y jóvenes, ellos y ellas, muy ricos y muy educados. Son modestos, sencillos, respetuosos y solidarios. Pero otros muchos padres sienten la necesidad de demostrar su dinero, su mal gusto y su prepotencia. Y de ahí lo aprenden los hijos.

Considero que si todos hacemos un frente común ante las adversidades sociales, haremos una sociedad más justa, consciente e incluyente para hacer de nuestro país un México Diferente por la calidad de la gente.

Hago extensivo este contenido e Invito a la sociedad de padres de familia a unirse a que formemos una cadena o campaña perpetua para que se de este cambio tan necesario en nuestra comunidad y sociedad en general.

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