EL MEJOR REGALO DE PAPÁ Y MAMÁ
El
haberme dado la vida
Me propongo a exponer un
breve relato de mi vida y de la época en la que llegué a este mundo, en el que
durante ese tiempo había una efervescencia social desencadenada por ciertas
inconformidades que quizá para muchos demandaban lo justo
ejerciendo su derecho a no callar la voz. Sin embargo, para otros
era simplemente una rebelión sin una causa que justificara su acción.
Obviamente, Yo aún no nacía, pero cuentan mis padres que para ese año la
situación política y social estaba polarizada e incluso era por llamarlo de
alguna manera absolutista por el régimen político actual en esa época.
Resulta, que para el mes de
noviembre a casi aproximarse el invierno, a mi madre le empezaron a dar unos
dolores terribles por la mañana, tan fuertes que casi desgarraba las paredes
(dicho esto en voz de mi madre). Ella, con escasos 55 kilos muy delgada y
bajita y aunque era su segundo parto, Yo
no fui la excepción en cuanto a las contracciones que hacen hasta gritar.
Pues bien, ese día tan
especial, nací. Un 25 de noviembre, en el que mi llegada hizo felices a mis
padres. Por palabras que no se cansan de decirme, era una nena, bastante risueña
y cariñosa. Mi padre me decía, que le encantaba me despidiese de él antes de
irse a trabajar porque comenta, que le hacía “caras graciosas” que lo hacían
llegar a su trabajo muy contento. Más adelante, a la edad de 4 años me
fascinaba bailar, no perdía oportunidad de
hacerlo en las reuniones sociales de mis padres. No me inhibía de nada,
y mis tíos siempre me decían: ¡ven! Preciosa a bailar y me regalaban dulces y
monedas. Pero Yo no lo hacía por eso, lo hacía porque me atraía la música con
ritmo. Más, que jugar a las muñecas o juegos de té, me fascinaba bailar.
Qué lástima que mis padres no me indujeron en el baile, me hubiera encantado
estudiar en una escuela de Danza.
En consecuencia, con la edad
de la inocencia, recuerdo perfectamente que con escasos 5 años, le decía a mi
padre: “Papá, ¿porqué no me bajas un helicóptero del cielo con la escoba y me lo
das para guardarlo en mi cajón?”, empezaba a reírse. Creo que porque los veía
muy pequeños, se me hacía fácil pensar que se podían bajar los aviones y
helicópteros del cielo. Fui una nena llena de cariño y mimos, mi hermana, mayor
que Yo, era más seria y creo hasta en extremo. Siempre quería llamar la atención con mis acciones. No me
importaba el ¿qué dirán? Yo seguía disfrutando de mi niñez día a día y de esos
momentos maravillosos que la vida me regalaba; viviendo mi mundo en el que solo
Yo predominaba. Aunque no podía tener
todo lo que quería, era una niña feliz con defectos y virtudes. Y aunque nada
callada y traviesa, era obediente,
como niña buena. Después vinieron la mayoría de mis hermanos y hermanas y todo
empezó a cambiar, se rompía el encanto como en los cuentos fantásticos ya que
no es lo mismo atender a dos que a muchos más. Mi mamá se tenía que repartir en
muchos pedazos para atendernos, pero esa otra historia.
No obstante, con el paso del
tiempo, como todo Ser humano, va uno cambiando y me transformé de niña a mujer, sin darme cuenta,
ya era una jovencita. Pero mis gustos no cambiaron y mis
gesticulaciones. Y es cuando empiezo a notar que todo también cambiaba; la
gente, los sitios, las cosas ya no las veía tan grandes y tan importantes, ya
casi alcanzaba a mi mamá en estatura, etcétera. No me gustaba salir a la
tienda, si no salía como muñequita de pastel, es un decir, así fuera a una
cuadra, para ir a comprar las tortillas. Mi mamá se molestaba por eso, pero me
salía con la mía e iba al menos bien peinadita. Le tomé el gusto a mi
personalidad, ya cuando mi cuerpo habría sufrido de esa transformación de niña
a una adolescente y notaba que los cambios me favorecían y eso me gustaba.
Quizá porque me veía muy femenina y eso me hacía sentir especial y hasta
sensual.
Ahora bien, y para no entrar
en detalles que quizá sean superficiales. Contaré que la época más importante
de mi vida, fue cuando me convertí en mujer y posteriormente, madre de mi
primer hijo, seguido de unos años, viene mi segundo hijo y mi felicidad
continúa. Quizá mis metas no se estaban bien definidas, ya que por razones de
la vida y de varios caminos a seguir, puse en una balanza mi situación y es
cuando decido una cosa u otra. Ante muchas vicisitudes más que me han sucedido
en el tren de mi vida y que omitiré comentar.
Finalmente, el que Dios, y mis padres me hayan dado el privilegio de haberme dado la vida eso es lo
más hermoso; amo con todo mi Ser a mis hijos que son mi mayor tesoro y orgullo.
Doy gracias a la vida misma, de regalarme
a unos padres, que si bien, no me dieron lujos, si me dieron momentos felices; me
inculcaron valores y principios que gracias a estos preceptos; soy una mujer
con madurez, amplio criterio, inteligente y sobre todo, con absoluta capacidad
mental y emocional para seguir con mis objetivos propuestos y deseos de
superación.
La vida no es fácil, solo sé
que vale la pena vivir.
Autora
de mi propio relato.
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